Por Jorge Arturo Sáenz Fonseca
Presidente Junta Directiva, Colegio de Trabajadores Sociales de Costa Rica.
Nuestra vida en sociedad es cada vez más compleja y diversa, las necesidades del colectivo no solo se multiplican, sino que también, se agudizan. En ese contexto la persona profesional en Trabajo Social emerge como una figura clave en la creación de un tejido social más justo y equitativo.
Esta profesión, con raíces históricas en la atención a los sectores más vulnerables de la sociedad, por medio de la política social, se ha transformado para dar respuesta a las dinámicas actuales, ampliando su influencia y relevancia en múltiples ámbitos de intervención.
El Trabajo Social no es solo una respuesta a la pobreza o la marginalización, es una profesión que reconoce la interconexión de factores sociales, políticos, económicos y culturales que afectan a las personas.
Las personas profesionales en Trabajo Social, tienen la capacidad de analizar y reflexionar sobre las condiciones de vulnerabilidad en las que se encuentran las poblaciones, entendiendo que los problemas no son individuales, sino también, que responden a condiciones coyunturales y estructurales.
Esta mirada crítica es esencial, para desmitificar la idea de que las personas en riesgo son las únicas responsables de sus dificultades, promoviendo, en cambio, una perspectiva que les reconoce como sujetos activos de derechos humanos.
La normativa que respalda la labor de estos profesionales, les otorga el marco legal para intervenir en sectores tan diversos como la educación, la salud, la justicia, la seguridad social, el desarrollo rural, entre otros. No obstante, es su capacidad de innovar para responder a los cambios sociales, lo que realmente enriquece su rol.
Ya sea desde lo socioeducativo, socioterapéutico, asistencial o gerencial, o bien, desde la investigación y la docencia, la persona profesional en Trabajo Social se mueve entre distintos procesos de intervención, siempre con el fin de promover el bienestar integral de las personas y las comunidades que atienden.
Entre las funciones más destacadas de una persona profesional en Trabajo Social, se encuentran: la identificación de necesidades de la población, la planificación y gestión de recursos, la intervención directa con individuos y grupos, así como la defensa de los derechos de las poblaciones más vulnerables.
Estás personas profesionales actúan en una amplia gama de contextos, desde instituciones públicas y privadas, hasta el ejercicio independiente. Su labor va más allá de la simple asistencia, pues involucra una constante reconstrucción teórica y práctica que garantiza la pertinencia de sus acciones, en un contexto siempre cambiante.
Los entes empleadores del Trabajo Social, pueden ser instituciones públicas, gobiernos locales, organismos internacionales, ONGs, centros educativos, hospitales, entre otros. Pero más allá de quién contrate sus servicios, la esencia de su labor es la misma: visibilizar los derechos de las personas y fomentar su desarrollo humano integral.
Las áreas de intervención son tan variadas, como las problemáticas sociales que se presentan: desde la lucha por los derechos laborales y la atención a poblaciones migrantes, hasta la promoción de la diversidad de género y la gestión de riesgos en situaciones de emergencia.
En última instancia, la persona profesional en Trabajo Social se convierte en un puente entre las personas y los servicios que necesitan para mejorar su calidad de vida, por medio de la política social. Su trabajo es vital para construir una sociedad que no solo reconozca las desigualdades, sino que también, las aborde de manera proactiva y eficaz.